viernes, 8 de febrero de 2013

La culpa es tuya.

La semana pasada me fui con un grupo de amigos y amigas a una playa 50 kilómetros al sur. Echados en la arena en una sesión grupal de bronceado (#AlCarajolosRayosUltravioleta) nos pusimos a charlar un poco. Personalmente debo confesarles que disfruto mucho de ciertas conversaciones, sobre todo de esas en las que hombres y mujeres, cada cual desde su óptica, intercambiamos opiniones reflexivas, ecuánimes, con una solemnidad digna de una convención de gurús y consejeros espirituales. Cuando me veo involucrado en ese tipo de conversaciones "profundas" me identifico un poco con los comentaristas deportivos. Al igual que ellos cuando se trata de opinar, somos unos expertos analizando situaciones, proponiendo teorías irrefutables, criticando comportamientos y actitudes pero todo desde fuera de la cancha. Al igual que un comentarista deportivo, si nos tocara ponernos la camiseta y sudarla en cualquier campo nos sentiríamos más que perdidos, tendríamos más fallas que aciertos, a los pocos minutos fingiríamos una lesión y pediríamos nuestro cambio. Está claro que opinar es más fácil que actuar. Opinar no es malo. Aunque es mucho mejor aprender a actuar.

Un poco más tarde, me tomó por sorpresa Susana. Se me acercó con cierto escepticismo y me pidió mi opinión:
-Oye tú "no busco novia", tú que te crees inteligente, me gustaría saber qué piensas sobre algo que me ha pasado hace poco.
-Soy todo oídos. Eso sí, te advierto que lo que te diga no necesariamente te va a gustar.
-A ver, ahí va: lo que pasa es que hace un par de meses terminé con mi novio.
-¿Y por qué hiciste eso? ¿Qué pasó?
-Pues porque ya no lo soportaba más, era extremadamente celoso.
-Uhmmmm ok, pero coméntame un poco, ¿Por qué dices que era celoso?
-Por varias cosas. Pero la peor de todas, la más ridícula, era que no me dejaba vestirme como yo quería. Me tenía prohibido ponerme faldas o shorts cortos. Si me veía así me hacía regresar a casa a cambiarme y yo, con toda la verguenza del mundo regresaba y me tenía que cambiar. Sino simplemente no salíamos.
-Interesante, creo que con ese ejemplo me dejas todo bastante claro. Pero antes de decirte qué pienso yo de eso, me gustaría saber qué piensas tú.
-Evidentemente yo considero que hice bien en terminar con él. Ese chico era un desconfiado, un inseguro. Creo que estaba mal de la cabeza. Eso ya no era normal. Seguramente él ha sido o le han sido infiel y por eso piensa que yo todas las chicas somos iguales. Definitivamente tiene problemas de autoestima. Es un inmaduro y necesita ayuda psicológica.

- Pobre hombre, debe estar con las orejas rojas.
-Sonso. A ti te parecerá gracioso, pero a mí no. Lo que te cuento es serio.
-No me parece gracioso, más bien me preocupa.
-¿Cómo que te preocupa? Te acabo de decir que ya terminé con él.
-Sin embargo, Susanita, con eso sólo has resuelto el 20% del problema.
-¿Qué me estás diciendo? Lo he borrado de mi celular, del facebook, ya no me busca, está todo ok.

-Déjame explicar a qué me refiero. Te he escuchado atentamente y he notado algo que tú no. Me has contado el problema enfocándote solamente en las zonas donde EL actuó mal. Y todo lo que me has dicho de él, seguramente es cierto. Sin embargo de ti no me has dicho nada. No he escuchado ni una palabra de autocrítica. Porque la que accedió a sus pedidos eras tú, ¿Cierto? Cuando él te reclamaba por tu forma de vestir, tú ibas corriendo a cambiarte. Sin embargo, la culpa siempre es del otro, ¿Verdad? Con esto no quiero defenderlo ni justificarlo, pero lamentablemente es muy difícil que tú puedas cambiar a los demás. Es más fácil que cambies tú misma. Si tu análisis termina en los demás, es infructuoso. Donde debes enfocarte es en pensar qué hiciste tú mal y corregirlo. Todos estamos en capacidad de corregirnos a nosotros mismos, de aprender, de madurar. Si no nos analizamos a nosotros mismos, seguiremos cometiendo siempre los mismos errores. En la vida te vas a encontrar con muchos novios celosos, infieles, egoístas, etc. Si no has madurado, no sabrás cómo manejarlos. Seguirás corriendo a cambiarte el short o la falda. Finalmente te aburrirás y terminarás. El círculo vicioso no terminará sino cambias tú.

-Lo que me dices es bastante lógico, sin embargo no lo había pensado. Gracias Luis por el consejo.

-No es nada, esto te costará una aparición en mi blog. Tengo curiosidad en saber qué piensan los demás.

-Jajajaja, ok no hay problema. La culpa es mía por contarte.