Recuerdo con nostalgia aquellos días en que me encontraba con algún amigo y cuando me preguntaba: -¿Oye y qué sabes de "Menganita"? yo le respondía con un sosegado: -No se, no tengo idea en qué andará. Hace ya varios años que no puedo tener una conversación de ese tipo. Ahora cuando me preguntan por "Menganita", yo respondo: -Hace tiempo que no la veo, pero se que odia los lunes, que ayer fue al KFC, hoy irá al cine con SHirley, Oscar, César y 3 personas más, hace dos días estuvo muy triste, la próxima semana empieza la dieta, me está invitando a jugar Farm Ville, actualizó su foto de perfil, tiene una relación con Jorge Rodríguez, necesita vacaciones, tiene pereza, etc. Y no, "Menganita" no es mi mejor amiga, todo eso me enteré a la fuerza por Facebook, Twitter, Blackberry Messenger y Whatsapp.
Desde hace ya varios años las redes sociales y las nuevas tecnologías nos permiten compartir las cosas que pensamos o hacemos en tiempo real. Nos permiten comunicarnos más y mejor. Y si de comunicarnos se trata, las mujeres nos llevan la delantera, no sólo por que hablen mucho más, sino básicamente porque los hombres tenemos dos capacidades que nos diferencian: decimos muy poco y somos capaces de pensar en nada. Lo primero lo confirmo cada vez que comparto un ascensor con los colegas del trabajo, siete pisos hacia arriba o hacia abajo y rara vez cruzamos palabras. Cada uno mirando a un punto fijo distinto, como si tácitamente estuviésemos jugando a que "el que habla, pierde". Un ejemplo mucho más claro me ocurrió la semana pasada. Viajamos cuatro compañeros de Lima a La Merced en la camioneta de la empresa. De las casi ocho horas de viaje habremos conversado aproximadamente dos. El resto del camino nos la pasamos sin decir nada, mirando la nada, pensando en nada.
Esta segunda capacidad es una verdad que muchas mujeres aún no han logrado comprender. Los hombres podemos dedicar tiempo a pensar en nada. Cero. Conjunto vacío. Estás tú, colega, en la sala de tu casa, en un total estado de abstracción, ensimismado, mirando al vacío, en absoluta inactividad cerebral cuando de pronto tu novia se acerca y con voz chillona interrumpe el pacífico transe en que te encuentras y pregunta: -Amoooor, ¿En qué estás pensandoooooo? El desfase que existe entre la reacción de tu atrofiado cerebro y la velocidad de su voz a través del viento produce que tú solamente escuches: -".......sandoooo?" -¿Cómo dices amor? -Te estoy preguntando qué estás pensando.....(subiendo el tono de voz, en señal de enfado) En ese momento tu encoges los hombros y miras de reojo hacia la esquina superior derecha de la habitación, allí donde una araña está tejiendo su tela, como quien busca una frase salvadora que te saque del jaque en el que te encuentras. La inspiración nunca llega. No te queda mejor arma que la sinceridad: -Pues la verdad amor, en nada. No pensaba en nada. Por supuesto que ella no te lo cree e insiste en preguntar y preguntar y al no poder hacerte cambiar de respuesta, jaque mate y concluye: -"Seguramente estás pensando en algo malo y por eso lo ocultas. Es imposible pensar en nada." Sin que puedas evitarlo, gastas las próximas dos horas intentando solucionar la situación.
Todos los hombres atesoramos en nuestro cerebro una especie de caja vacía, que nos permite pensar en nada. En esta caja nos refugiamos, estamos cómodos, somos estúpidamente felices. El que no lo entiendan, no hará que deje de existir. Es mejor aceptarlo. Si hombres y mujeres empezamos a entender y aceptar nuestras diferencias, podremos ir mejorando nuestras relaciones a todo nivel. A algunos puede que les suene imposible de lograr, ¿Tú que piensas?