viernes, 29 de junio de 2012

Las mayores mentiras que decimos los hombres

Estimada lectora, ¿Te imaginas un mundo donde las parejas sólo se pudieran decir la verdad y nadie mintiese? Un mundo donde no hubiese grandes mentiras ni pequeñas mentiras. Sería  maravilloso, ¿Verdad? Si fuiste capaz de imaginarlo, si por un segundo se te ocurrió pensar que estaba hablando en serio, estás un poco grave. Deja ya de ver novelas y películas románticas que te estás causando un daño irreparable. Te pido por favor que bajes inmediatamente de esa nube donde sin querer te hice caminar. Lamento desilusionarte, pero siento el deber moral de informarte que ese mundo simplemente no existe.  

Muchas veces he escuchado a algunas amigas presumir sobre lo sinceros que son sus novios. Pobrecitas. Bien dicen que no hay peor mentira que las que nos decimos a nosotros mismos. Yo conozco a sus novios bastante bien, y por ello puedo saber que podrán ser muy buenos tipos, pero 100% sinceros no son. Eso es imposible.  Para que una relación prevalezca, hay verdades que es mejor no decir y hay preguntas que es mejor no hacer.





No quiero decir con esto que los hombres somos mentirosos por naturaleza. Muchas veces nosotros preferiríamos decir la verdad, sin embargo tenemos claro que en ciertas ocasiones y en ciertos temas eso es imposible por una simple y sencilla razón: No soportaríamos las nefastas e irremediables consecuencias de hacerlo.

Las 9 mayores mentiras que decimos los hombres:

1) Juan: -"Amor la pasé bien ayer. Salí con unos amigos a tomar a un bar." Pues bien, esa afirmación es totalmente cierta, saliste a tomar a un bar con tus amigos. Pero creo que se te olvidó mencionar un pequeño e insignificante detalle, tus amigos habían invitado a 5 chicas. Tú no lo sabías, y no hiciste nada malo, sin embargo, ¿Para que incomodar a tu flaca que es tan celosa contándole ese insignificante detalle? Además, si ella no lo preguntó, entonces no tenías por qué decirlo, ¿Cierto?


2) Juan: -"Mi vida, me encanta como cocinas": Nunca jamás pensaste que fuese posible que a alguien le pudieran quedar tan mal un puré de caja o una sopa de sobre. El puré parece engrudo, necesitar tomar bastante agua para no morir ahogado y la sopa está totalmente aguada, la receta decía 3 tazas de agua, no 3 litros. Sin embargo tú, loco enamorado, tienes muy claro que es preferible tomar antiácidos después de esa tortura a la que has sido expuesto que enfrentar el llanto y los reclamos de una mujer que se siente despreciada en la cocina. Encima eres tan valiente, que repites.

3) Juan: -"Me encantan las películas románticas": Esta mentiras la dices con la finalidad de evitar una discusión infructuosa y ahorrar tiempo, saliva y energía. Sabes muy bien que al final saldrás perdiendo. Ya lo has intentado mil veces y la conclusión es irrefutable: "Explicar a tu novia que tan aburridas, cursis,  tontas y poco realistas son las películas románticas es una causa perdida.
 
4) Juan: -"No, no te ves gorda amor." Tu novia se prepara para salir por la noche, y tú la esperas en su sala por horas y horas. Por fin aparece preguntando: ¿Me veo gorda con este vestido?  Tú la vez y te das cuenta que tantas salidas al Chilis, al Kentucky, a PapaJohns le han pasado factura. Notas al instante ciertas protuberancias donde hace tres años no había. Sin embargo, no importa cuál sea la realidad, la mejor respuesta ante esa situación es siempre un "No, desde luego que no te ves gorda", seguida por la expresión "Te ves hermosa".

5) Juan: -"Yo nunca he ido a un night club, no me gustan los night club". Si claro, seguro esas mujeres que dan vueltas de un tubo con diminutas prendas son asquerosas, ¿Verdad? ¿Están horribles esas colombianas de medidas perfectas, no?  Seguramente las últimas cuatro despedidas de soltero de tus amigos las celebraron jugando monopolio. Eres el único hombre que ver mujeres semidesnudas bailando en el escenario le causa nauseas, pobre de ti buen Juan.


6) Juan: -"No le estaba mirando los pechos, yo sólo tengo ojos para ti". Mientes, maldito. Le has contado todas y cada una de las pecas que te permiten ver el escote y las que no puedes ver, te las has imaginado. Incluso has fantaseado y pensado en situaciones que no voy a escribir en éste post, para no afectar la susceptibilidad de algunos.

7) Juan: -"Nunca he pensado en acostarme alguna de tus amigas" Sí Juan. Piensas en ello todo el tiempo, no lo niegues. Lo peor de todo es que cuando estás en tragos, te has imaginado incluso con las feas. No quiere decir que lo vas a hacer, pero alguna vez has pensado en ello. Además has pensado en proponerle hacer un trío y filmarte. Jamás lo admitirás y jamás se lo dirás. 



8) Juan: -"Yo nunca pensaría en engañarte": Me vas a decir ahora que si Scarlett Johansson entrara a tu habitación como dios la trajo al mundo y se arrojara desnuda a sus pies suplicando que satisfagas sus más bajos instintos, ¿Ni siquiera te plantearías  la posibilidad? 


9) Juan: -"Nunca, jamás te mentiría". Claro pelotudo ¿Y las 8 mentiras que acabo de desenmascarar? No hay peor mentiroso que el que asegura que nunca ha mentido o que nunca jamás mentiría. De esas personas yo me cuidaría el doble. 

Espero que haya quedado claro. En ocasiones no queda otra alternativa que omitir la verdad, que decirla a medias, que maquillarla un poco e incluso recurrir a la mentira. Todo ello podemos entenderlo como una simple optimización en la administración de la verdad. ¿Te imaginas un mundo donde no existiera la mentira? Un mundo donde no hubiera mentiras grandes ni pequeñas. Sólo existe en las películas de ficción. Te dejo aquí un fragmento de una película interesante llamada la invención de la mentira.



sábado, 23 de junio de 2012

La Máscara

Recuerdo perfectamente la primera vez que se manifestó la extraña condición que hasta el día de hoy me afecta, especialmente los fines de semana. Era mi cumpleaños número 20. Finalmente le daba la bienvenida a la muy esperada "base 2", hasta el momento la etapa más divertida de mi vida. Les tengo que confesar, que normalmente no me gusta celebrar mi cumpleaños, sin embargo, había decidido que esa noche todo sería diferente. Me disfracé con toda la ropa nueva que me yo mismo me había regalado y me fui a encontrar con mis dos primos hermanos. Luego de hacer un tour sin mucho éxito por algunas discotecas de Lima, decidimos quedarnos en una, cuyo nombre no pienso decir por dignidad.

La noche transcurría con normalidad. Empezamos tranquilos, tomando unas cervezas bien heladas para enjuagar un poco las tripas. La discoteca se iba llenando de chicas de ceñidos pantalones que conforme pasaban los minutos y las cervezas se iban volviendo más guapas. Esa es una de las bondades del alcohol, te ayuda a apreciar la belleza de la mujer. Teníamos en nuestro haber unas cinco cervezas, cuando decidimos que era hora de tomar algo un poco más fuerte. Como macho que se respeta no le hace ascos a ningún trago, elegimos comprar una botella de tequila Pepe Cuervo. Los shots entraban uno tras otro con una clase y categoría envidiables. Grave error. De repente voy al baño a echarme una firma. Cuando regresé a mi mesa, se habían abonado 3 chicas muy guapas. (Quiero pensar que eran guapas, en realidad no estoy tan seguro). -Salud por el cumpleañero! -Salud Carajo! -¿Una botella más o no hay huevos? -Hay huevos y para regalar! Pedimos una segunda botella y saluuuuud con todos! De pronto, los ojos me pesaban. Los cerré dos segundos.



Cuando los volví a abrir, estaba echado en mi cama. Me despertó mi madre cariñosamente, como es costumbre, valiéndose de una de sus armas más letales e infalibles: su aspiradora. Sentía que mi cuarto daba vueltas. La cabeza me estallaba. Me levanté y senté en el borde de la cama. Mi primera reacción fue buscar mi billetera y mi celular. Los encontré intactos en mi bolsillo del pantalón, tirado a un lado. Empecé a repasar mentalmente uno a uno los hechos de la noche anterior. Como en la película "el efecto mariposa", me sangró la nariz y empecé a revivir todos los momentos. La película se cortó de golpe justo en la escena en que destapamos la segunda botella. De ahí en adelante no recordaba nada. ¿Cómo diablos llegué a mi casa? ¿Llegué sólo? ¿Cómo pude dar las indicaciones al taxista? ¿De quién es éste número que tengo grabado en el antebrazo? ¿Cómo llegó este chupetón a mi cuello? Llamé de inmediato a mis primos en busca de respuestas. Lamentablemente ellos tampoco recordaban muy bien lo que había pasado. Ante la duda, decidí que nunca jamás regresaría a esa discoteca.

Pero como bien sabes, estimado lector: "Nunca digas nunca". Cuatro meses después regresé a esa disco, ésta vez con un grupo de amigos. Para mi total sorpresa, absolutamente todos los que ahí trabajaban se acordaban de mí. La señora que vendía cigarrillos en la puerta, los grandulones de seguridad, el barman y las meseras, todos me saludaban por mi nombre. Me hablaban con total familiaridad, me preguntaban por mis primos, incluso me invitaron un vaso de whisky, cortesía de la casa. Por mucho que intenté, no los pude reconocer. Con el tiempo he logrado comprender la situación:  Yo soy como Jim Carrey en la Máscara. Tengo dos personalidades totalmente distintas, antes y después de tomar. Cuando estoy sobrio, soy algo serio, callado, un poco tímido, parco, pero basta que tome algunos vasos de alcohol para que empiece mi transformación. Aflora mi alter ego, como Clark Kent y Superman, como el doctor Banner y Hulk. Me envalentono, me pongo hablador, se manifiesta un lado oscuro de mi personalidad, algo loco, travieso, sin verguenza. Sigo siendo yo, y al mismo tiempo soy otro. Eso fue lo que me pasó aquella noche. Eso es lo que me pasa muy a menudo, los fines de semana. A lo mejor en el fondo eso nos pasa a todos. He visto que algunos cuando toman se ponen agresivos, torpes, pesados o se duermen. Por suerte mi transformación creo yo, es positiva. Por tal motivo he decidido resignarme a vivir con ésta condición y debo admitir que lo disfruto.

PD: Les dejo este fragmento de la película La Máscara, una de mis escenas favoritas:






sábado, 16 de junio de 2012

Feliz día del padre

Creo que jamás podré olvidar aquel domingo. Hasta ese día, creía ser una persona muy valiente, madura y preparada para afrontar cualquier situación que la vida me presente. De repente sonó mi celular y por algún motivo que no les sabría explicar, empecé a sentir un escalofrío extraño que me advertía que algo andaba mal. Mi primera reacción fue cortar la llamada, pero el teléfono siguió timbrando. Era ella. Le había dicho mil veces que detesto que me llamen un domingo en la mañana. Mis domingos de resaca son sagrados y no respetarlo es una ofensa que muy pocos valientes se atreven a cometer. Ante tanta insistencia, respondí. Sólo dije: -"Aló" y nada más. Hice una pausa psicológica esperando escuchar una explicación razonable que justifique aquel acto terrorista de despertarme tan temprano. Y de repente escuché la primera de las 2 frases que más asustan a un hombre: "Tenemos que hablar". Esas tres palabras me despertaron y me quitaron los rezagos de borrachera de un golpe. -¿Qué cosa es tan importante que tengamos que discutirla un domingo y a ésta hora?, pregunté al tiempo que cruzaba todos y cada uno de mis dedos, con la esperanza que eso evite que me diga la segunda frase que jamás un hombre está preparado para escuchar: "No me viene la regla".

Les tengo que admitir que en ese momento "Putamare" y "Mierda" fue lo más suave que pasó por mi cabeza. En cuestión de segundos pasó mi vida entera frente a mis ojos, me quedé pálido, no podía hilar palabras y armar una frase completa, una frase adecuada para responder a tamaña afirmación. Sólo atiné a pedirle que lo conversemos por la tarde y en persona. Cerré los ojos con fuerza y me volví a acostar intentando convencerme a mí mismo que lo que acababa de pasar era un sueño, una pesadilla producto de todo el ron barato que había bebido la noche anterior.

Al llegar la tarde nos encontramos en el lugar de siempre. Ella estaba tan nerviosa como yo. Me saludó con un beso en el cachete como si fuésemos dos desconocidos. Nos fuimos caminando y nos sentamos en la banca de un parque. Estuvimos conversando por buen rato. Nunca jamás había tenía una conversación tan difícil. ¿Y si estaba embarazada? ¿Qué íbamos a hacer? ¿Cómo se lo íbamos a contar a nuestras respectivas familias? ¿Acaso lo más sensato era no tenerlo? ¿Qué culpa tenía la criatura? Nos hicimos mil preguntas, no pudimos encontrar ninguna respuesta. Lo único seguro era que ni ella ni yo nos sentíamos preparados para ser padres. Decidimos que era necesario en primer lugar confirmar el embarazo. Caminamos abrazados hacia una farmacia. No éramos novios, pero la situación la debíamos superar juntos.

Compramos la prueba de embarazo y nos fuimos a su casa. En el camino empecé a leer las instrucciones. El nerviosismo no me permitía pensar con claridad. ¿Una línea? ¿Dos líneas? ¿Falso negativo? ¿Falso positivo?  ¿No pudieron ser más claros los fabricantes? Seguimos el procedimiento lo mejor que pudimos, esperamos unos minutos y nos acercamos a ver el resultado: una línea clara y otra línea a medias. El test no contemplaba tal posibilidad. No hay duda de que cuando el destino se ensaña en hacerte pasar un mal rato, es bastante hijo de puta. La única forma de tener un diagnóstico 100% seguro era el examen de sangre. Fuimos a una de estas clínicas, no recuerdo bien el nombre. Nos atendieron con total apatía y frialdad. Obtuvieron las muestras y nos pidieron regresar en una hora por el resultado. Esa fue sin lugar a dudas, la hora más larga de toda mi vida. Durante esos 60 minutos no pronunciamos palabra alguna.

Regresamos a la clínica resignados. Al llegar la encargada nos entregó el resultado en un sobre cerrado. Aquella mujer tenía en el rostro una expresión más ambigua que la mona lisa. Al salir lo abrimos. Mientras leía en voz alta el diagnóstico, unas lágrimas le caían por su rostro, acusando la lectura. No estaba embarazada. Nos abrazamos con fuerza y el alma nos volvió al cuerpo. Prometimos nunca más estar en una situación así.

Han pasado ya 8 años desde entonces. No estoy seguro que hubiese hecho si las cosas hubieran resultado distintas y el resultado hubiese sido POSITIVO. Es muy fácil decir yo haría tal o cual cosa, cuando no estás en la situación. Pero cuando te pasa y no lo esperas, les aseguro que no la tienes tan clara. El lunes 18 de junio cumplo 29 años. Hoy por hoy, creo que estoy un poco más preparado para ser papá, sin embargo me gustaría que fuese de la forma correcta, con la persona a la que amo. Por tanto, ya que no tengo novia ni busco novia, estoy aún un poco lejos. Pero uno nunca sabe. Yo soy de los que creen que todo pasa cuando tiene que pasar y creo también que un hijo es una bendición.

P.D. Aprovecho la oportunidad para desearles un muy feliz día el padre a todos los que tienen la dicha de serlo.

domingo, 10 de junio de 2012

La novia de Tyson

Laura es una buena chica. A pesar que tiene sólo 21 primaveras es bastante madura y responsable. Con el dinero que gana en el trabajo se paga ella misma la universidad. Tiene novio desde hace 4 años y casi no hay un día en que no te hable de él. En ocasiones ya hasta aburre un poco escucharla sobre todo porque trabajamos juntos y la veo casi todos los días. Algunas veces está más callada de lo normal y nos esquiva la mirada. Cuando eso pasa me acerco y le converso esgrimiendo una excusa cualquiera. A pesar de que me doy cuenta que tiene los ojos llorosos y cara de no haber dormido, nunca me atrevo a preguntarle el motivo, para no incomodarla.

Aquel día, Laura, un amigo y yo salimos de trabajar más tarde de lo habitual. Como estábamos un poco estresados y era viernes, decidimos ir a la bodega más cercana y comprar un six pack de cervezas. Pensamos en libar caminando sin rumbo fijo y fumando unos cigarrillos. No queríamos ir a ningún bar. Preferíamos algo más tranquilo y cercano. Las ocho cuadras desde la oficina a la bodega se nos hicieron cortas.  Ya provistos del líquido elemento, empezamos la caminata. Diez cuadras y varias risas después, nos habíamos terminado cada quien una botella y nos sentamos en las bancas de un parque para empezar las segundas y últimas.

No pasó ni un minuto desde que nos sentamos, cuando de un salto apareció frente a nosotros un tipo y se nos quedó mirando. Lo reconocí de inmediato. Era el novio de Laura, que nos había venido siguiendo las dieciocho cuadras. La cogió del brazo mientras ella lo miraba pasmada. Nosotros no sabíamos bien que ocurría. El empezó a reclamarle e insultarla. Ella no reaccionaba, tenía una expresión de sorpresa y al mismo tiempo verguenza en el rostro. De pronto nos pidió que nos vayamos y los dejemos a solas. -¿Estás segura Laura?, le preguntamos. -Sí por favor, todo está bien, ya nos vemos mañana, nos respondió. La situación no me gustó para nada, pero como en pleitos de pareja los terceros sobran, nos fuimos.

En el camino mi amigo y yo empezamos a discutir sobre si debimos o no dejarla sola. Estaba claro que el novio de Laura era lo suficientemente celoso y desconfiado como para seguirnos 18 cuadras y aparecerse de la forma en que se apareció. Por otra parte ella nos pidió dejarlos a solas. ¿Qué podemos hacer si ella misma nos pidió que nos fuéramos? Los malos entendidos se resuelven conversando, y en esa conversación mi amigo y yo no teníamos nada que hacer. Nos habíamos alejado ya un poco, cuando un grupo de chicos que venían en nuestra dirección, se nos acercó para preguntarnos: -Oigan, ¿Ustedes estaban con una chica tomando una cervezas en el parque de al lado?-Sí, pero, ¿Por qué? ¿Qué ha pasado? -Hay un tipo que le está gritando y metiendo cachetadas. La noticia nos cayó como un balde de agua fría. Nuestra primera intención fue ir corriendo y darle una paliza al muy hijo de puta. Pero no lo hicimos. Los dos sabíamos que enfrentarnos a él significaba involucrarnos en el problema de ahí en adelante y que había una posibilidad que en unos días y pese a todo se amisten.

Por esos azares del destino, pasaba por ahí un patrullero de la policía con dos oficiales. Fuimos de inmediato y les explicamos la situación. Ellos se dirigieron rápidamente al lugar que nosotros les dijimos. En sus caras se notaba que la situación les indignaba tanto como a nosotros. Dicen que a veces los ángeles se aparecen cuando los necesitamos. 

El día siguiente Laura se reportó enferma y no fue a trabajar. Al otro día llegó, e intentó pasar desapercibida. A media mañana nos vino a buscar y nos pidió perdón por la escena que tuvimos que presenciar. Pobre Laura, no había hecho nada malo, sin embargo sentía la necesidad de disculparse. Nos contó que su novio había perdido los papeles y la había golpeado. De  no ser por los policías que "por casualidad" pasaron, le hubiese ido peor. Nos confesó también que no era la primera vez que pasaba. En ese momento me percaté que su cara tenía pequeños moretones, camuflados con bastante maquillaje. Nos dijo que ya estaba cansada de ser víctima del abuso de su novio, varios años mayor que ella. También nos contó que había terminado con él y prometió nunca mas regresar. Mientras hablaba su voz se entrecortaba y algunas lágrimas le recorrían el rostro. Nosotros intentamos calmarla lo mejor que pudimos. La estuvimos escuchando y aconsejando buen rato.

A la semana siguiente, para nuestra gran sorpresa, Laura llegó a la oficina con un anillo de compromiso en el dedo. No sólo había regresado con él, también se había comprometido. No nos volvió a dirigir la palabra. También nos eliminó de su facebook. Al poco tiempo renunció. No volvimos a saber de ella por buen tiempo. Un día de pronto me agregó nuevamente, sólo para ver como cambiaba de situación sentimental cada dos semanas, al ritmo de las peleas que aparentemente continuaba teniendo con su novio, al que mi amigo apodó Tyson. Luego me volvió a eliminar, esta vez definitivamente.

Tengo mil y un motivos para rechazar por completo la violencia. Estoy en contra del que abusa del más débil. Sin embargo no puedo dejar de pensar en que en algunos casos algo de culpa tiene aquel que permite que lo atropellen, sin reaccionar. Si alguno de ustedes tiene contacto con Laura, con alguna otra Laura, por favor díganle que siempre hay algo que hacer. Que las personas violentas no cambian de la noche a la mañana. Que sepa que no está sola. Anímenla a que se defienda, que acuda a sus familiares, a la policía, que ponga una denuncia, que termine definitivamente esa relación que no le hace ningún bien. A veces necesitamos de un buen consejo para reaccionar. Laura es una buena chica.